Aitor Acordagoitia
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Pintando Cimas Ecuador
Proyecto de educación en escuela de la ladera del volcán Cayambe, los Andres

Documental "Pintando Cimas Ecuador" (Realizado para el proyecto solidario Pintando Cimas)


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Cristian, hijo de Segundo y Celinda, hermano de Kevin y primo de Fabián. Ganador del concurso de pintura y portero de los buenos, de los que se tiran con todo al cemento para parar un balón pinchado. De sonrisilla tímida y mirada hacia ninguna parte, busca los abrazos desde el silencio.
Hicimos una pelota con el papel de pintor usado y jugamos sobre las hierbas, como si aquello fuera el Bernabéu, hasta que la lluvia fina la acabó dejando hecha una pasta.
La vida en los Andes no siempre es fácil, el viento les curte la cara y la ciudad parece otro planeta, pero lo poco vale mucho, las sonrisas cuestan baratas y el agradecimiento siempre es grande.


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Fabián se coloca a mi lado y del otro costado Anderson. Compartimos silencio y espacio. Allí los niños siempre llevan la cabeza cubierta, probablemente por la misma razón por la que llevan botas de agua no sólo los días que van a saltar en los charcos
Hablamos dejando largos silencios, tanto que podríamos decir que en realidad al silencio le dejábamos entrar alguna palabra. De primeras me dieron espacio, siguiendo por el rabillo del ojo la jugada como lo haría un boxeador estudiando al rival, pero poco a poco se fueron acercando. Cuando nos quisimos dar cuenta compartíamos cartón, cubo de pintura, mesa para comer y hasta equipo (que me jodan si no fuimos la delantera más goleadora de los Andes)
Les dije que era de Barcelona y entre ellos susurraron, con tanta timidez como curiosidad, que ahora entendían lo raro de mi acento.
De forma voluntaria vinieron a pintar su escuela, algo insospechado, al menos en Barcelona. Si yo hubiera hecho lo propio durante mi infancia probablemente me habría caído algún tortazo a la hora del patio. Quizás porque aquí, para ganarse el respeto, no había otra opción que la del desprecio. O simplemente porque una libreta no era motivo de festejo y, si vestíamos botas de agua, lo hacíamos siempre para saltar en los charcos.


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Dylan Fabián, prefiere Fabián a Dylan. Aquí todos tienen nombre compuesto y al presentarse recitan nombres y apellidos de carrerilla con voz tenue, como un alumno en la escuela que no ha hecho los deberes. Con respeto casi reverencial, la confianza se gana a pedacitos

Fabián le pregunta a su compañero Anderson si la brocha le ayudará a tener mejor caligrafía, mientras pintan las paredes de la cocina de la escuela. El hornillo es una bombona que mancha el aire de la sala con un olor a gas que rasca en la garganta, las ollas de metal abollado lucen esquinas irregulares y las paredes tuvieron que ser re-pintadas un par de veces para dejar atrás colores que poco tenían que ver con el tono original.

Fabián vive en medio de la montaña. De la montaña y nada más.
Ante las bromas sonríe sereno, dejando entrever un gesto de madurez. Se imagina volviendo a clase en septiembre y el ceño se le tiñe de ilusión, por eso se presenta cada mañana dispuesto a agarrar una brocha y pintar la escuela.


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Freelance filmmaker & video editor 


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