Aitor Acordagoitia
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MY NAME IS NOT REFUGEE

Documental y reportaje realizado junto a las ONGs
BonDiaMon, Himaya, SOS Refugiados y Where is the life.
Julio 2017.


ATENAS

Andábamos callejeando por Atenas, buscando el Victoria. 15 minutos en la puerta sin encontrar el sitio. Cuando entramos en lo que parecía un edificio cerrado desde hace años nos encontramos un hormiguero bombeando a 100 personas subiendo y bajando las cerca de 8 plantas del edificio. 
A la hora de comer, en el suelo de una sala recién pintada, volcando macarrones de un bidón de agua cortado. La estampa resultaba jodidamente emocionante, cien personas juntas como un sólo puño.
Los de la foto son Chokri (Siria) y Reda (Palestina). Viven en un Squat y dedican sus días a ayudar en lo que puedan. Chokri, el único de los dos que habla inglés, nos explica que lleva un año sin trabajar ni un solo día "mi día a día es esperar". Sintiéndose en parte desplazados, apartados y solos en Atenas, SOS Refugiados les ofrece dos paredes del edificio Victoria y ellos deciden pintar en una el símbolo de la paz y en la otra el árbol de la vida.

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Se dirigía a mi haciendo un zig-zag con la mano. Trataba de explicar el camino que debía tomar para llegar de forma ilegal a Bélgica. Con ese gesto bastaba para entenderlo.

Su nombre es Yasser, le dije que eramos de Barcelona y me cantó aquello de "In, inde, independencia". Con tan pocas oportunidades, tanto conocimiento. Vive en el squat Single man, sin ningún familiar. Un squat es un edificio ocupado en el barrio anarquista de Exarcheia, en el cual la policía no entra. 
Se paraba y me repetía lento en inglés lo que me quería decir para que yo, con mi famélico conocimiento de idiomas, le entendiera. Parece mucho más inteligente que yo, probablemente más educado y, sin duda, mucho más resuelto. Sin embargo yo estoy en mi casa escribiendo esto y Yasser posiblemente esté durmiendo con otros casi 200 hombres en un edificio ocupado medio en ruinas, en la calle o siendo transportado en la parte trasera de un camión amontonado con otra decena de inmigrantes.


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Dimitris es un pensionista griego de aspecto bonachón y cercano.
Teniendo en cuenta la situación que vive Grecia en los últimos años, su situación como pensionista es delicada y probablemente precaria según nos comentaron. 
Estuvo en Elleniko como voluntario y es el hombre de confianza de @sosrefugiadosesp en Grecia.
Sentados en una terraza nos mostraba imágenes de ese mismo lugar un año antes, abarrotado de refugiados en las calles.

Profundamente implicado, se marcha de la sala mientras rompe a llorar al oír a Jamal (un chico sirio) llamarle "hermano" durante una de las entrevistas que realizamos.
Pese a su dedicación diaria, jamás ha pedido un céntimo por su labor.


POLIKASTRO

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Le enseñaba mi compañera imágenes de Barcelona desde su móvil "esta es nuestra ciudad". A su turno, Bassam (centro de la imagen​) buscaba con ilusión su dirección en google maps. "Esta era mi casa. Al final de la calle, en esta rotonda, mataban a diario a gente y dejaban los cuerpos. Eso no es bueno para los niños, entiendes?", nos traducía Mohammed, su hijo (a la izquierda de la foto). 
Minutos después, en una de esas pausas eternas e hirientes en las que Bassam clavaba sus ojos en los nuestros y parecíamos entenderlo sin hablar siquiera, nos reprendió: "por qué esas caras? No estéis tristes, estamos a salvo."

El resto del tiempo lo pasamos mis compañeras y yo escondidos tras el dulce de un bizcocho Sirio y jugando con Mohamed (uno de los chicos con más luz que he conocido en tiempo), simulando no darle importancia a lo que allí habíamos oído un rato antes.


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Mientras ella hacía pan, al otro lado de la sala, su marido nos explicaba la historia de la familia. "Ves esta herida del brazo? Sube. Se junta por aquí, pasa por allí" ocupaba​ medio cuerpo.
Una bomba derrumbó su casa con ellos dentro, Anuar consiguió salir y sacar uno por uno a todos. Nos enseñaba las fotos, entre ellas la del cadáver de su hijo.
Nos envió por whatsapp vídeos de su otro hijo andando por la montaña con una mochila a cuestas, tratando de cruzar europa. Ahora ese hijo está en otro país, separado de su familia. 
Al preguntarle "que tal estás?" Tambaleaba la mano como diciendo "así así.." pero su cara denotaba una pena más grande que su presencia. 
La luz se colaba por la ventana dorada como nunca la había visto mientras él fumaba junto a nosotros. Su mirada profunda, su barba espesa y su carisma doloroso me hacen tragar saliva mientras escribo esto. 
Probablemente era la mejor foto de mi vida pero no nos dejó hacerla. 
Mientras se iba el sol guardé esa foto solo para mi en mi memoria y no creo vaya a olvidarla nunca, como no olvidaré su historia.

Una hora más tarde fuimos a jugar a fútbol con él y otras personas. Un chico nos reconoció del campo de refugiados "Hey, a ti te vi esta mañana!". Pero esa ya es otra historia, otra de las miles de historias punzantes que aparecían a cada hora.


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Un día, agotados de escuchar historias que emocionalmente nos desgastaban en idiomas que no eran el nuestro, Noe, Ari y un servidor, decidimos escuchar la última de las entrevistas, pero esta vez sin cámaras.
Un hombre de unos treinta años, si es que llegaba, afable y con gesto amistoso, nos explicaba que fue educado en Siria en una escuela militar. Al graduarse, su obligación era la de entrar en el ejercito en plena guerra civil, por ello se marchó. En Grecia se siente desolado. El hastío por no hacer nada, no sentirse valorado, incluso despreciado, con  la mitad de su familia probablemente muerta y la otra mitad dispersa en quién sabe dónde, le hace sentirse mal. En Polikastro está con su hermana y el hijo de ésta, quienes esperan el visado para poder marcharse a Alemania, donde les espera el marido y padre, respectivamente.
Al otro lado de la mesa, su hermano, con aspecto buenón y  pausado, nos habla de Siria. Allí él es considerado un traidor por haberse marchado cuando debió pelear, pero la angustia y la desesperación le hacen pensar.  Ha decidido volver a Siria a sabiendas de que va a morir. O precisamente por eso. 
​Nunca llegamos a grabar esa entrevista.


TESALÓNICA

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Hamo es una de las personas más especiales que he coocido en mucho tiempo. Un joven adolescente Kurdo refugiado en Grecia tiene todas las papeletas para acabar buscando caminos alternativos a la monotonía y el recuerdo. La sensación de hacer nada, ser nada y valer nada resulta recurrente al conversar con estos chicos que ven su pasado destruido y su futuro sin posibilidad de mejora. Sin embargo, en él hay algo diferente diferente.
Nos explicaba con una claridad tan dolorosa que resultaba imposible contenerse. Fue la última persona a quien entrevistamos antes de marchar, con el sobrecargo emocional que guardaban las mochilas y su forma de razonar, fue duro contenerse.

"No soy diferente a ti, ni a ti. ¿Tú hablas catalán? ¿Castellano? Yo lo hablaré también si es necesario. Quizás un día tú vengas a Siria a refugiarte de una guerra". Emocionado, repetía "es duro" y frase a frase, de su boca salía una lección tras otra, de esas que no se explican en el colegio, de esas que de verdad valen.
"Tú me ves ahora vestido bien, pero he tardado medio año en poder compararme ropa decente".

Con la emoción forcejeando cortamos el REC de la cámara y nos fundimos en un abrazo que, para mi, aún dura.


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Karam es un chico sensible, educado y simpático. Me enseño a hacer una pulsera y me dejó la suya para que practicara.  Quiere ser actor y me preguntó como podía conseguirlo. 
Agradecido, delicado, cercano. Le dije que estaba pensando en tatuarme Shukran, gracias en árabe. "No, ¿sabes que te has de tatuar? Freedom (libertad)".
 

​Karam me enseñó como se escribía Freedom en Árabe e hicimos un sondeo entre los demás chicos que nos acompañaban de vuelta a casa y con los que había empatizado profundamente en un tiempo record. Freedom, todos estaban de acurdo. No se hable más.

Al despedirnos, uno de los chicos se acercó a mi. Como casi todos, él había huido de Sira por Turquía, malviviendo y cruzando a Grecia en una barca que absolutamente todos nos narraban con angustia y profundo pánico. Un rato antes comenté que al día siguiente volábamos a Estambul y este chico, al despedirnos, se acercó a mi con gesto serio. Y con la mayor de las intenciones me dijo en voz baja "Cuando mañana vayas a Turquía dale recuerdos de mi parte. Dile que no me he olvidado de su mar y que algún día volveré."
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​Al volver a Barcelona le escribí, "Hice lo que me dijiste. Turquía no te olvida". "Eso espero" me contestó. 

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Freelance filmmaker & video editor 


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