Aitor Acordagoitia
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LA NUEVA ANTIGUA POLONIA

El sábado 6 de Mayo de 2017 salieron a la calle unos 240.000 polacos, una de las manifestaciones más importantes en Polonia desde la caída del comunismo. 
Cogí una cámara y me metí en el meollo mientras una anciana le explicaba a mi hermana, a duras penas, en un inglés raquítico, el motivo de la manifestación.
Los dos días anteriores pude fotografiar al presidente polaco Andrzej Duda y a su mujer (con un flipante parecido físico a Le Pen) a metro y medio de mi. No entendía nada de su discurso​, pero su tono era tan contundente, o más, que el de los manifestantes.
La oposición pretende captar al personal con el discurso de preservar el lugar de Polonia en Europa y la presidencia coquetea con un concepto muy de moda, como el movimiento hipster en la política, abandonar europa y cerrarse en si mismos. 
Hace año y medio, el presidente ganaba las elecciones con un 51% de los votos, las elecciones más igualadas en la historia de Polonia, y la división ideológica de la población sigue en camino ascendente.

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Un anciano asustado declaraba frente a la cámara de televisión "el presidente nos llevará a la guerra" y otra, de su misma generación, llora emocionada a mi lado el discurso del gobernador.
Una chica de unos 25 años nos explicaba que los partidos políticos Polacos actuales son de dos tendencias: centro derecha o "muy a la derecha". Que sólo hay un partido de izquierdas y en las últimas elecciones sacó una minoría insignificante, resultado ideológico evidente de tantos años de ocupación Rusa.; "No se quiere ni oír hablar de la izquierda".

​Hace unos meses un eurodiputado polaco defendía que las mujeres debían cobrar menos porque son más débiles, argumentaba. Una eurodiputada española del PSOE le contestaba indignada a sus declaraciones. Resulta interesante ver como, casi 30 años después, tras la caída del comunismo en 1989, su pasado reciente sigue condicionando la sociedad, la ideología y la moral de una Polonia que lleva más de cien años en un constante proceso de cambio.

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Con las botas hasta las rodillas, galones en el pecho, cabeza alta y mirada orgullosa, así se presenta el ejército polaco el día de la constitución. Los veo desfiar delante de mi objetivo, lanzando artillería al aire en modo exhibición y animados por una multitud que recita el himno de Polonia a viva voz. Da la impresión de haber vuelto en el tiempo y en mi cabeza se repite una y otra vez la misma reflexión; quizás no hemos cambiado tanto. 

Días antes me había empapado de las burradas del ejército alemán y ruso durante la segunda guerra mundial y la posterior ocupación de Polonia.
Estudiando la situación actual e histórica del país, resulta complejo, y a la vez evidente, que la evolución del país haya llevado a su población en el camino del nacionalismo y el conservadurismo.
De primeras puede llamar la atención, probablemente lo que uno se espera de un país que ha vivido bajo tanta represión es que se abra camino en una explosión de modernidad y de búsqueda de los límites, algo así como lo sucedido aquí con la movida Madrileña y su generación coetánea. Pero uno se topa con la nueva vieja Polonia, un país claramente modernizado tecnológicamente pero con una base ideológica y moral profundamente religiosa, sexista y, en ocasiones violenta y retrograda. 

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Durante la ocupación rusa en polonia, la naranja era considerado un producto de lujo y la mayoría de ciudadanos a penas podían obtenerlo una vez al año, principalmente en navidad. Esto me lo contó Anna, una chica polaca que conocí durante el viaje de vuelta, después de coincidir como compañeros de asiento durante el vuelo de ida y, una semana después, en el de vuelta. Pura coincidencia. Nos hicimos amigos y me explicó anécdotas familiares. 
Ella pertenece a la primera generación de su familia que no ha sufrido directamente el comunismo. Durante su infancia​, su padre importaba productos "exóticos". Le ofrecía a diario naranjas y no entendía que a ella a veces no le apetecieran. "Me decía: en mi época comer naranjas era un lujo".
​
La generación de Anna sí pertenece a esa nueva Polonia que se abre al mundo, dejando los conflictos históricos como aprendizaje y no como lastre. Independiente, libre y abierto. El proceso es largo y la división generacional, política y social evidente, en una especie de proceso de transición entre el siglo pasado y el actual, Polonia vive un momento histórico estimulante.  

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Freelance filmmaker & video editor 


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