Aitor Acordagoitia
  • INICIO
  • VIDEO
  • FOTOGRAFÍA
    • Miscelanea
    • Fashion
    • Espacios
  • CONTACTO
  • REPORTAJES INTERNACIONALES
    • La nueva Polonia
    • My name is not refugee
    • 1 Retrato 1 Historia
    • Referéndum Catalunya
    • Humans of Hebron, Palestina
    • Exarchia, el barrio griego sin ley
    • Islam contra el Terrorismo
    • Migración en África
    • Pintando Cimas Ecuador
    • Proyecto volar
    • Vertedero Serekunda

Humans of Hebron, Palestina
El epicentro del conflicto en Cisjordania

Proyecto realizado junto a la organización Youth Against Settlements


Imagen

El centro de la ciudad Palestina de Hebrón es un constante bullicio de personas, tiendas y coches, pero en una esquina la ciudad hace embudo y parece que termina. Tras unos bloques de hormigón, un check point militar, detrás la ciudad se torna un ghetto.
En ese punto empieza la H2, la zona bajo control israelí. En el barrio de Tel Rumeida "conviven" familias Palestinas, a las que poco a poco se las intenta echar del lugar, con familias israelíes y una tupida red militar.
Lo que antes fuera el centro histórico de la ciudad, es ahora un conjunto de calles abandonadas y tensión, algo así como si se cerrara parte del centro gótico de Barcelona.
El barrio está rodeado de check points y puntos de control militar en lo más alto, una especie de carcel donde ningún palestino de fuera puede acceder ni vivir, pese a que hasta hace unos años fuera una de las calles más concurridas de la ciudad.
​

Familias Palestinas con verjas al rededor de sus edificios que los soldados israelíes cierran por las noches, encerrándolos a ellos en sus propios hogares. Calles a las que no se les permite ir o controles exhaustivos constantes cada vez que van a comprar el pan.
Este es el barrio en el que convivimos unas semanas, en el que incluso una persona de origen occidental puede sentir la ansiedad de vivir en una cárcel de muros, tensión y constante presencia militar.
La resolucion de la ONU declara los asentamientos israelíes como ilegales, pero la realidad ignora el papeleo y los derechos humanos.


Imagen

"Soy la reina de la casa", dice, si su marido le deja. Habla entre los silencios del otro y vive de puertas para dentro. Fue profesora de inglés, pero su voz suena tan baja que a penas se le entiende.
Tardó media hora en bajar al salón de su propia casa y, cuando por fin lo hizo, sus pasos se escondían detrás de una bandeja llena de fruta y té. 

​
Lee y escribe, pero sus textos no verán la luz, tampoco sus opinones. Responden en su nombre si se le pregunta sobre la mujer palestina. Y si se le vuelve a preguntar, de su boca salen las palabras de los demás, porque no tiene otras.
Dejó su puesto en la universidad para cuidar de sus hijos y quedarse en casa, lo que entiende como el hábitat de una mujer.

Se disfraza de tortuga y, escondida en si misma, se despide de nosotros. Tras nuestros pasos se cierra el portón metálico del jardín, las murallas de un reino con candado.


Imagen

La vida sigue en la ciudad tras las protestas de hoy en el campo de refugiados, a 15 min de aquí, donde antesdeayer un palestino murió tras el disparo de un soldado del ejercito de Israel.
A algo más de 40kms de aquí, donde empieza Gaza, van ya al menos 23 fallecidos en dos días por los bombardeos del ejercito de Israel.
Empezó con la muerte del líder de la Yihad islámica en Palestina (y su esposa) y, un par de minutos después, el mismo ataque dirigido a Damasco (Siria), sin la muerte del objetivo, pero sí la de su hijo y otro civil. En ambos casos ocasionando heridos.
Horas después, la Yihad difundía un video avisando de un ataque histórico. En un solo día casi 200 cohetes enviados a territorio israelí, 300 hasta ahora, impactando y matado uno de ellos a un civil israelí.

Mientras tanto, los bombardeos por represalia del ejercito de Israel han seguido cayendo sobre Gaza durante todo el día, matando a varios niños y civiles.

Pero hoy, en la ciudad Palestina de Hebrón, los niños juegan de nuevo a fútbol junto al estadio, los puestecillos de venta ocupan las calles, los taxis circulan a golpe de claxon y la vida diaria de la mayoría de gente sigue su curso, eso sí, pegados al teléfono. "We try to live".



Imagen

​El olor a comida, el claxon de los taxis, mil señoras al quiebro, 7 carriles en uno solo y 5 bolsas de la compra por cada mano. Aquel niño al grito, arengando a la compra en el puestecito de ropa, falafel a 4 shekels, maniquíes y leggins de leopardo, en los altavoces la llamada a la oración, las risas de los chavales en la esquina, acelerones y frenazos, ni un sólo coche en toda la ciudad al que no le salte una señal de alarma en el salpicadero.
Hebrón es la ciudad más grande de Cisjordania y la segunda más grande del Estado de Palestina, solo por detrás de Gaza, con cerca de 215.000 habitantes.

Con el sol, la ciudad entera sale a la calle, pero con la caída del mismo, en las zonas más cercanas al casco antiguo, el ajetreo del día da paso al silencio absoluto, los restos de los puestos de comida y algun faro de coche de camino a algún sitio.


Imagen

Cuando se nombra a Palestina, se hace para seguir a continuación con una retahíla de conceptos negativos.
Como en todo, etiquetar es simplificar y simplificar es reducir. Quizás, para entender un país haya que acercarse a su gente.
Las dos niñas de la foto son hermanas, su padre me pidió inmortalizar el momento en medio de la calle, en un caos de avenida repleta de claxons y frenazos, junto a su coche mal estacionado a un lado de la carretera. En medio de aquél panorama, las dos sacaron una sonrisilla sincera a la cámara. Esa sonrisa apela a algo universal, no habla de guerra, ocupación, terrorismo o cualquier concepto de los que se suelen utilizar para definir el país y, sin embargo, probablemente sea más significativa que cualquiera de esos aspectos.

En Palestina viven actualmente cerca de 5 millones de habitantes y se calcula que otros 5 viven desplazados, en su mayoría refugiados. Obviarlos es ignorar lo esencial, que son mucho más que etiquetas.


Imagen

Mientras los niños posaban delante de mi cámara, a unos 45 kilómetros al oeste, allí donde empieza la franja de Gaza, el panorama era muy distinto.
Allí otro chaval de la misma edad y nacionalidad se situaba frente a otra cámara, esta vez la de Al Jazeera. La madrugada anterior, un bombardeo del ejercito de Israel se colaba por las paredes de la casa de una familia palestina, llenándolo todo con su presencia. El chaval se derrumbaba explicándolo, su mejor amigo estaba muerto y ya no podrían volver a compartir pupitre en la escuela ni juegos en el recreo, explicaba.
El vídeo del bombardeo hacía horas que circulaba de móvil en móvil por el barrio de Tel Rumeida, y a esa hora, los niños ya volvían de la escuela con la energía que solo un niño tiene.
Los encontramos donde siempre, allí donde la inocencia da sus últimos coletazos, en plena calle junto al check point militar.

Al atardecer, los juegos empezaban a disiparse y por las noches todos volvían a casa. El barrio a esas horas se convierte en fantasma, pero desde lo más alto y en plena oscuridad, decían, a menudo se podía contar como estrellas fugaces los misiles cruzando sobre sus vecinos. Unos kilómetros cambian la perspectiva.


Imagen

Soy muy malo para los nombres, por eso le llamábamos amistosamente el Maradona palestino y ayer me acordé de él. Sobre el Diego, el de verdad, dijo Sorrentino que "el futuro no existe para alguien que está condenado a vivir en la memoria de todos" pero sucede igual para quien no vive en la memoria de nadie.
Un día, en Hebrón, un niño vino asustado a llamarnos, nos acercó a un callejón y allí nos lo encontramos a gritos con un militar israelí, como quien discute con el árbitro.
Su hija, jugando, había tirado las llaves de su casa al otro lado de la verja que separa la zona de Israel y palestina. Cruzarla puede significar no volverla a cruzar entero. He de confesar que, mientras seguía la jugada, di un pasito para quedarme detrás del muro contiguo desde donde no me podían ver los militares de arriba. Ridículo, porque al final, en un recorte de superclase, el militar le permitió a nuestro Diego oriental continuar sin represalias.
Para celebrarlo, allí mismo nos sacó unos tes, nos sentamos en el sofá de la foto y nos contó de su vida. La familia de Shadi, su nombre real, ha vivido siempre en el mismo piso, en un edificio palestino en las plantas inferiores e israelí en las superiores, con el ejército en la azotea.
​

En el pasado, le habían disparado en la pierna y llegó a estar en la cárcel tres años. Días antes, el mismo colono que le increpaba hacía un rato, lanzó una botella de cristal a los niños que allí jugaban, cortándole en la cara a su hija.
"Vida tuya tendrás y muerte tuya
Ha pasado otro año y otro año
Le has ganado a tus sombras, aleluya" 
Escribe Benedetti del Diego argentino. En Hebrón, por ahora, aún esperando la mano de dios.


Imagen

Esto es el mercado de Hebrón. La parte de abajo son comercios palestinos, las plantas superiores de los edificios pertenecen a colonos israelíes y las azoteas son para el ejército, una lección de jerarquía básica.
Lo que se ve en la parte de arriba es mierda, literalmente. Los vecinos judíos tiran porquería y basura (incluso lejía y agua hirviendo) a los palestinos de abajo. Es por eso que la calle está enrejada por arriba y la basura queda acumulada de forma que hay que ir vaciándola cada cierto tiempo.


Imagen

Haneen Salaymen es la mejor rapera de Hebrón, también la única, lo dice con orgullo en su primer videoclip. Tiene 21 años y algunos sueños prohibidos que se le posan sobre los hombros para ahogarla en lugar de hacerle volar. Se le llenan los ojos de ilusión cuando habla de viajar por el mundo y conocer nuevas culturas, pero si lo dice en voz alta se le aparecen ojos juiciosos en cada esquina. Una mujer no debería salir de donde no se debe salir y menos sola, por eso habla de sus sueños como una lucha y no como un deseo.
Sus letras tienen mucho de ella, no se esconden, rapea sobre temas sociales e igualdad de género. "Me gustaría que la gente supiera que la realidad palestina no es todo sobre el conflicto. Tenemos sueños y vamos a por ellos, no me voy a rendir".  "The first rapper in hebron".


Imagen

Mahmoud tenía 13 años cuando la primera intifada y jugaba a fútbol con sus amigos en el mercado de Halhul, aprovechando que había sido cerrado. "Un día, como tanto otros, jugaba con los amigo cuando los militares nos lanzaron gas".
En esa época él vivía junto a la calle principal, donde está tomada la foto, un lugar que se convirtió en un punto de máxima tensión. Cruzar la calle para ir a la escuela era todo un riesgo y el ejército de Israel ocupó su tejado. "Cuando eres pequeño te preguntas, quién es esa gente que se sube a nuestros tejados para dispararnos y por qué lo hace". Mahmoud sabe bien de lo que habla, uno de sus amigos fue abatido y muerto, teniendo que llevárselo en sus brazos.

"Es fácil juzgar la situación viendo únicamente la tele, pero al otro lado hay personas", explica.


Imagen

Norsan vive en Hebron. En un contexto como el de Palestina, podría haber sido muchas cosas, pero decidió elegir el camino más difícil y ser actor. "Siempre vemos en los medios otros lugares bonitos donde hay libertad. Pero yo creo que tú puedes hacerte tu propio espacio, crear tu libertad. Crea el amor en ti y en los demás y las cosas buenas te volverán". 
​
"We always see in media other places and we see that they have freedom and good places, but I don’t think this is completely true. You can do your space and your freedom. Make love inside you and to the other people and good things will come back to you".


Imagen

En 1994 Baruch Goldstein, miembro del grupo ultraderechista israelí Kach, entró en la mezquita de Hebrón a tiros, matando a 29 palestinos.
Durante las protestas de los días siguientes 26 palestinos y otros 9 israelíes fueron asesinados. Como consecuencia, el gobierno de Israel ordenó el cierre de 520 negocios palestinos en Hebrón, les prohibió el acceso a diversas calles del núcleo histórico de la ciudad y dividió la mezquita, quedando la mayor parte de ella y el control de los accesos bajo control judío.
La tumba de Baruch Goldstein, situada donde los vecinos palestinos de Hebrón pueden verla a diario, reza lo siguiente:
"Aqui yacen los restos de un hombre santo, hijo de Israel.
Dio su alma por el pueblo de Israel, por la Tora y por su patria. Sus manos están limpias y su corazón es puro.
Fue asesinado por la santidad de dios descanse en paz."


Imagen

Con esparadrapo en los dedos, como un antiguo boxeador, apareció en la puerta de casa tal y como prometió el día anterior, con la actitud de un profesor de secundaria ante un alumno repetidor. Idris tiene 128 olivos, algunos de ellos en zona bajo control israelí, porque un árbol poco entiende de muros. El día anterior nos comprometimos a ayudarle con las olivas, sin haber parado mucha atención en la hora del compromiso, y allí nos veíamos a pleno sol vareando como salidos de una novela de Delibes.
Idris enseña como recoge aceitunas: rápido y con habilidad de cirujano. Un minuto después me veía a mi mismo replicando su trabajo como un potro aprendiendo a andar. Para colaborar con la estampa, un grupo de militares imberbes del ejército israelí, con sus armas, sus cascos y su indumentaria full equip estilo action man en los 90, se hacía notar con su paseo, viniéndose a parar a unos 5 metros de nosotros. Supongo que esa actitud altiva les debía parecer digna de elogio, pero lejos de intimidar me hacían sentir mi propio bochorno. Recogiendo las olivas con más intención que acierto, miraba de reojo a aquellos uniformados, pensando que en cualquier momento se darían cuenta de que no tenía ni puta idea de como hacerlo.
Cuando Idris y Marta se fueron a comprar la comida y me quedé solo, otra pareja de militares vinieron a advertirme, en una hora debíamos dejar de trabajar porque lo acababan de decidir así. Allí quedó truncada mi carrera en el campo.
​

Unos días después nos encontramos a Idris sin esparadrapo en los dedos, "hoy es sábado y no me dejan varear porque es el día sagrado para los judíos". Él es musulmán, pero poco importa porque no es él quien decide.
Trabajar con los olivos es un oficio jodido, pero hacerlo bajo control ajeno es una putada.


Imagen

El árbol genealógico del doctor Omar es un cubo de rubik con todas las caras de un mismo color.  Sus 7 hermanos, 2 hermanas y su padre son doctores, él también. La clínica de su padre estaba en pleno centro de Hebron y gracias a ella pudo enviarle a estudiar a Jordania. Dos meses después estalló la segunda intifada, por lo que su padre dejó de enviarle dinero para estudiar y acabó cerrando la clínica. Charlaba largo y tendido entre el humo de la shisha, con un tono profundo y dolido que solo rompió con la llegada de la cena y las posteriores partidas de billar (al que gané, por cierto, por primera vez en mi vida). Es consciente de sus privilegios, en su casa tiene instalado un filtro en los grifos al que la mayoría de palestinos no puede acceder, pero está empapado de las dolencias que conlleva el mal estado del agua. 
Denuncia la dificultad de importar medicinas y maquinária medica. "Los medicamentos que usamos aquí ahora, se usaron en Europa hace años". Todo son tasas, lo que encarece cualquier tratamiento. "Los pacientes quieren las mejores medicinas o el mejor hospital para sus familiares, pero pasados un par de meses no pueden seguir pagandolo". .
A veces Hebrón es una moneda con sus dos caras iguales, en las que siempre se cae en cruz.


Freelance filmmaker & video editor 


  • INICIO
  • VIDEO
  • FOTOGRAFÍA
    • Miscelanea
    • Fashion
    • Espacios
  • CONTACTO
  • REPORTAJES INTERNACIONALES
    • La nueva Polonia
    • My name is not refugee
    • 1 Retrato 1 Historia
    • Referéndum Catalunya
    • Humans of Hebron, Palestina
    • Exarchia, el barrio griego sin ley
    • Islam contra el Terrorismo
    • Migración en África
    • Pintando Cimas Ecuador
    • Proyecto volar
    • Vertedero Serekunda